Mi hija de 6 años hace judo y ayer hicieron una demostración a las familias de lo que han aprendido a lo largo del curso.

Yo también hice judo de pequeño, pero hasta ayer no había caído en la siguiente metáfora entre el trabajo en equipo y el judo. Más abajo lo entenderás.

Existen libros sobre las enseñanzas del judo aplicadas a las empresas, como «Judo Strategy» (2001) de David B. Yoffie y Mary Kwak o «JUDO MANAGEMENT: Claves para potenciar la innovación en las organizaciones a través de la filosofía del judo» (2019) del judoka español Ferrán Agúnez.

No significa que tengas que ir haciendo Ō-soto-garis a la gente por los pasillos de tu departamento, es algo más espiritual y metafórico.

El caso es que empezaron la clase con unos juegos para calentar: a correr sin chocarse, a no pisar las lineas del tatami, etc. En definitiva, a pasárselo bien pero preparándose para lo que vendría después.

Lo siguiente fue demostrar a las familias cómo había que caerse para evitar hacerse daño.

Ojo, que aquí viene la crema del pastel.

Antes de aprender a competir, antes de hacer llaves y antes de aprender a hacer agarres, aprenden a caerse… porque se van a caer o los van a tirar al suelo. Más pronto que tarde, se van a caer.

Afróntalo. En las empresas pasa lo mismo. Con mayor o menor gravedad, pero caerás.

No quiero que te quedes con todo el bajón, que ahora viene lo bueno.

Mientras  estaban demostrando cómo caerse, el profesor (al que hacen más caso que a los propios padres, todo sea dicho) iba explicando la razón de por qué hacían cada movimiento:

«Cuando caemos para atrás, pegamos la barbilla al pecho para fortalecer el cuello y evitar que la cabeza golpee contra el suelo»

«Cuando rodamos sobre un hombro, lo hacemos para no partirnos los brazos»

«Cuando damos un golpe en el tatami con la mano hacia abajo, lo hacemos para que haya más superficie de contacto con el suelo y el impacto se suavice»

Y así todos los detalles. No se hacen las cosas porque las dice el profesor y ya. Hay una justificación. Existe una experiencia ya vivida que tras repetirla varias veces, te hace llegar a la conclusión de que es la mejor vía para suavizar el trompazo que te vas a dar.

¿Cómo trasladamos todo lo anterior a nuestros equipos de trabajo?

Hay que entrenar. Hay que enseñar a nuestros colaboradores todos los aspectos del trabajo en equipo. Lo bueno y lo malo.

Si consigues que tu equipo vivencie una «caída empresarial» en modo seguro, será más fácil que esas mismas personas detecten dónde están fallando habitualmente.

Identificarán dónde hay banderas rojas que les avisen de que algo va mal, qué deben modificar y qué decisiones, tareas o sea lo que sea que falla, se detecte rápido y puedan así solucionar cualquier situación no deseada.

Pero lo más importante es que el equipo sepa detectar los errores antes de llegar a la competición de verdad.

Imagina que tienes un equipo de administrativos, de comerciales o de desarrollo de producto. Me da igual.

Cada departamento conoce dónde están sus «fangos», sus entornos en los que suelen suceder más problemas.

Ya sea en la prospección de los comerciales, en la comunicación interna entre departamentos administrativos, en el momento de rellenar las fichas de producto… Es que me da igual.

Cada equipo sabe dónde están sus eslabones más débiles. Y si no lo saben, es que no están trabajando como un verdadero equipo.

Establece una hora a la semana en la que cada departamento de tu empresa, haga un «simulacro de cagada» y trabaje propuestas de cómo resolverlas. No hace falta que lo haga toda la empresa a la vez, ni que se haga cada semana.

Pero entrena a tus equipos a evitar errores, enfrentándose a errores y verás cómo aumenta el ratio de éxito de cada uno de los equipos de la emrpesa.

Como en Judo.

 

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PPD: Si tienes un espíritu aburrido y no quieres que cambie nada y que «no te pisen lo fregao», mejor no te apuntes.